Cuando alguien canta una canción, el cantautor ha de llegar
al público, siendo realmente estos últimos los que le dan valor a esa canción. Es
decir, transmitirla, compartirla. Lo mismo
ocurre en el ámbito deportivo. Un jugador posee un talento, pero si no está
dispuesto a ponerlo a disposición del equipo, ese talento vale para poco. Un grupo, crece a medida que existe un aporte
de talentos individuales en pos de un objetivo común.
Todas las
personas que conforman el equipo tienen cualidades que aportar al mismo. Uno será
su capacidad de hacer puntos, otro su alegría, otro su perspectiva de ver las
victorias y las derrotas con ecuanimidad.
Un
verdadero equipo, no es la suma de buenos jugadores, es la calidad de las
relaciones que se establecen entre ellos. Para eso, es prioritario “generar un
ambiente donde florezca el talento de cada jugador”.
Valores
como la generosidad, el respeto, el entusiasmo, la humildad o el compromiso,
han de entrenarse tanto o más que la fuerza, el remate o el conocimiento del
juego.
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